Las llamadas casas de corredor o corralas se adaptan a un modelo también presente de la arquitectura palatina (XVIII-XIX). Aparecieron como solución a los problemas de carencia de vivienda y espacio constructivo que tenía limitado su ampliación. Sus orígenes los encontramos en la inmigración de nobles, funcionarios, religiosos y artesanos.
A continuación de una fachada como las del resto de la calle y tras un portalón, se esconde un patio interior de vecinos, organizado en dos o tres alturas con pórticos corridos, núcleo de la vida social volcada en un espacio privado, compartido por el vecindario.
En ocasiones los transeúntes desconocen que tras la fachada podemos encontrar una típica corrala.
En ellas perduran las reglas constructivas de Villanueva: idéntica altura en toda la manzana, cubiertas de igual pendiente, sencillos balcones repetitivos, grandes portones de entrada a cada finca.
Arquitectónicamente una corrala es una construcción que no siempre mantiene las mismas formas, pero lo que nunca varia son sus dos elementos centrales:el patio y el corredor o pasillo que posibilita la entrada a las pequeñas viviendas y el cual rodea al patio interior. Predomina la funcionalidad y el equilibrio de volúmenes.
El patio y el corredor eran los espacios donde se desarrollaba la vida comunitaria, tradicionalmente, por ser paso forzado para llegar a las viviendas y también por ser un lugar donde los vecinos compartían, el cuarto de baño, el lavadero, los postes para tender la ropa, la fuente etc. En un espacio tan reducido era inevitable que las relaciones vecinales fueran mucho más fuertes de lo normal.
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